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La Dra. Lígia Teixeira, del Centro para el Impacto del Sinhogarismo, sostiene que cambiar la manera en que hablamos sobre el sinhogarismo es un componente crucial para eliminarlo de raíz.

¿Cómo terminaremos con el sinhogarismo? ¿Qué rol podemos asumir?

En el Centro para el Impacto del Sinhogarismo, nos aseguramos de que las decisiones sobre políticas, prácticas y financiación se respalden con pruebas sólidas, a fin de mejorar las vidas de quienes no tienen un hogar. Creemos que, al combinar el “corazón” y la “cabeza”, es decir, al aplicar datos y raciocinio a nuestro trabajo, podemos transformar nuestras buenas intenciones en un impacto duradero y terminar con el sinhogarismo de manera sostenible.

Esta forma de pensar sustenta nuestro conjunto de herramientas de prueba, y aportó conocimientos para el desarrollo de nuestro marco SHARE, que, en nuestra opinión, representa la mejor posibilidad de generar un impacto duradero en la lucha para terminar con el sinhogarismo.

Una estrategia clave del marco consiste en definir la lucha para acabar con el sinhogarismo como una prioridad compartida entre todos los miembros de la sociedad. Las pruebas indican que el proceso para lograr esto será lento. Lo que hace falta es más apoyo para las políticas y medidas necesarias para eliminar el sinhogarismo de raíz. ¿Cómo lo logramos? Mediante una comunicación más eficaz para que el público en general comprenda que el sinhogarismo puede evitarse.

Comunicamos información sobre sinhogarismo constantemente, para intentar explicar las causas estructurales en las políticas de vivienda, bienestar y servicios sociales. No obstante, las personas siguen viendo al sinhogarismo como un problema personal que es consecuencia de decisiones incorrectas, comportamientos equivocados o simplemente mala suerte.

Pero, ¿por qué piensan así? Lamentablemente, se trata de una tradición alimentada por las necesidades urgentes de recaudar dinero. Los discursos que resaltan la emergencia y la crisis, y se enfocan en los casos más extremos del sinhogarismo son los que más éxito tienen para convencer al público de que haga donaciones de caridad. Esto refuerza estereotipos que no colaboran con la situación y deterioran la empatía común entre la población en general y las personas que experimentan el sinhogarismo.

Este abordaje continuo del sinhogarismo le permite a la sociedad colocar a quienes no tienen un hogar en el lugar de “otro”. Pero, como dijo Ryan McCuaig de Who Cares? Scotland, “No se puede simplemente dilapidar a alguien colocándole la etiqueta de ‘inaccesible’ o ‘con necesidades complejas’. Debemos escuchar todas las voces de quienes viven este tipo de experiencias”.

Entonces, ¿qué se puede hacer al respecto? Para salir de este ciclo perjudicial, es imprescindible que determinemos un nuevo marco para referirnos al sinhogarismo y modifiquemos el discurso de “mal comportamiento” individual o “mala suerte”, a uno de efectividad sistemática. El desafío para nuestro sector es proporcionarles a las personas las herramientas para empezar a contar historias diferentes.

Un conjunto de palabras y frases nuevas pueden inspirar nuevas actitudes e ideas, y señalizar un camino en la manera de elegir un abordaje para una problemática como el sinhogarismo. Estas ideas se analizaron en detalle mediante el trabajo colaborativo de Crisis y FrameWorks Institute, cuyo informe, Reframing Homelessness in the United Kingdom (Nuevo marco para el sinhogarismo en el Reino Unido), presentado en 2018, reconoce que “las perspectivas culturales arraigadas pueden funcionar como obstáculos para la construcción de una voluntad pública que motive las soluciones a gran escala necesarias para tratar el sinhogarismo de manera eficaz”.

Para abordar esta situación, se propone un metamarco de “experiencia común” que incluye tres ideas nucleares.

Cualidad común fundamental de las personas: Como todos nosotros, las personas sin hogar son seres humanos y miembros de la sociedad. Si se utilizan valores, metáforas e historias adecuados, se puede orientar a las personas sobre lo que todos compartimos.

Experiencia de vida de las personas sin hogar: Si las metáforas e historias sobre diferentes tipos de inseguridad con respecto a la vivienda se relatan de maneras adecuadas, las personas comprenden mejor qué se siente al no tener un hogar.

Rol de los sistemas: Los valores, las metáforas y las soluciones que ayudan a conformar el marco fomentan un pensamiento sistémico sobre cómo ocurre el sinhogarismo y cultivan el apoyo necesario para que se realicen cambios en políticas a nivel del sistema, a fin de generar soluciones.

No basta con que las personas que trabajan con el sinhogarismo adopten estas ideas. Para lograr un cambio generalizado, también tenemos que sumar la ayuda de los medios. Maeve McClenaghan está enfrentando este desafío en el Bureau of Investigative Journalism. Muchas veces, las malas noticias y las estadísticas impactantes no generan empatía en el público y hacen que el desafío de terminar con el sinhogarismo parezca infranqueable. Maeve propone una alternativa que genera empatía y comprensión: “no hace falta contar tragedias ni enfrentar a las personas, tenemos que mostrar que somos seres humanos complejos navegando en sistemas complejos”.

Inspirada por la labor del neurocientífico social Lasana Harris, Maeve dedicó su trabajo al análisis del “efecto espectador” en su informe sobre sinhogarismo, en el que conecta historias basadas en datos con discursos personales que alientan a los lectores a relacionarse con las personas que no tienen hogar.

“Muchas personas quieren contar sus historias”, dice, “y para hacerlo, se les debe proporcionar la plataforma adecuada. El hecho de acercar a los periodistas a las comunidades propicia mucho este tipo de diálogo”.

Para que este cambio se produzca, será fundamental el control del impacto y la efectividad de todas nuestras comunicaciones. Solo podemos garantizar que los nuevos modos de comunicación tengan un verdadero impacto sobre la percepción del público con respecto al sinhogarismo si utilizamos pruebas empíricas y hacemos de su erradicación una prioridad compartida.


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