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Ana Džokić es miembro de la asociación Ko Gradi Grad (Quién construye la ciudad) en Belgrado. Ella y sus compañeros iniciaron Pametnija Zgrada (Edificios más inteligentes), un nuevo tipo de cooperativa de vivienda de propiedad colectiva, en Serbia.

Quienes suelen caminar por las calles de Belgrado están familiarizados con el furor de la construcción: desde obras de menor escala en lugares en los que antes había casas modestas, hasta complejos industriales privatizados en demolición, y vastas franjas de terrenos públicos bordeando la costanera, donde altas torres se disputan la mejor vista de la ciudad. Después de la crisis financiera, los últimos años también trajeron un incremento anual considerable en los precios de los inmuebles —un 18 por ciento en 2016, un 5 por ciento en 2017 y un 12 por ciento en 2018. Podría pensarse que las cosas van bien, pero la pregunta es “¿Para quién?”.

Por más aburridas que resulten las estadísticas, nos ayudan a comprender la brecha cada vez mayor. Según datos recientes de Eurostat, Serbia ocupa el segundo lugar entre los países de Europa con peor asequibilidad para la vivienda: solo el 1,9 por ciento de las familias tolera la carga financiera de los costos de vivienda. Al mismo tiempo, el ciudadano promedio de Belgrado necesita 20,4 años de su salario completo para acceder a un apartamento nuevo de 60 metros cuadrados. Mientras más de un tercio de las viviendas de Belgrado (34,6 por ciento) están superpobladas, más de 100.000 apartamentos están vacíos. Además, solo una selecta vigésima parte de la población (5 por ciento) puede comprar un inmueble y, aún peor, más de cuatro de cada cinco de los apartamentos (82 por ciento) que se venden en Belgrado ¡se pagan en efectivo! Queda claro que el incansable boom de la construcción no ofrece una solución extendida. Simplemente fomenta la especulación y anula valiosos terrenos urbanos, muy necesarios para otras opciones de vivienda.

En 2012, cuando Ko Gradi Grad (Quién construye la ciudad) empezó a buscar la manera de hacer que en Belgrado la vivienda fuera una posibilidad para quienes no pudiesen adquirirla bajo las condiciones de mercado vigentesni nos imaginábamos el camino que nos esperaba. Empezamos con un aviso que decía lo siguiente:

“¿Te interesaría construir un apartamento decente en algún lugar de Belgrado por 300, 400 o 500 euros el metro cuadrado? ¿Imposible? Para la mayoría de las personas, obtener un apartamento por estos precios es la única opción razonable, sin tener que endeudarse y esclavizarse con préstamos impagables, para vivir en condiciones imposibles o esperar a que sus parientes se muden al campo o pasen a mejor vida. ¿Quiénes, por qué y de qué manera pueden convertir este imposible en posible?”

Durante los dos años que siguieron, tras una serie de debates, iniciamos el proceso para conformar una cooperativa de vivienda. En una sociedad en la que la propiedad privada (98,3 por ciento desde principios de 1990) es prácticamente la única manera de resolver las necesidades de vivienda, y la vivienda social es esporádica (menos del 1 por ciento), desmenuzar el desafío de vivienda es el primer paso.

Con mucha paciencia, el grupo cuestionó las normas, aparentemente ineludibles, que rigen los “engranajes de la vivienda”. Analizamos en detalle los costos, cuestionamos la propiedad individual y los fines lucrativos, exploramos formas de financiación colectiva y compartimos aspectos de las formas de vida, e imaginamos nuevas posibilidades que pudieran introducir la noción de igualdad en una sociedad basada, en gran parte, en la desigualdad — una instancia colectiva que hoy ha tomado forma.

Aún así, estábamos aislados en medio de un entorno en el que la acción colectiva ya no existe como horizonte viable para el cambio. Comprendimos que era fundamental empezar a generar alianzas. Mediante reuniones con diversos activistas y grupos especializados en vivienda, debates sobre la nueva ley de vivienda, campañas de concientización y actividades para involucrar a las personas en la conformación de un movimiento antidesalojo y a favor del derecho a la vivienda colectiva, logramos que hoy, en Belgrado, los problemas de vivienda tengan atención pública.

A principios de 2019, por fin establecimos la primera cooperativa de vivienda de Belgrado en casi 20 años: Pametnija Zgrada (Edificios más inteligentes). Actualmente, estamos preparando un proyecto piloto para cerca de 50 personas, con 20 unidades de vivienda, aproximadamente, y un espacio colectivo. Para Serbia, la novedad de esta cooperativa son los principios de posesión mutua de una casa y la desmercantilización de la vivienda, para que sea asequible (alrededor de un 60 por ciento de la renta de mercado actual) e, incluso, una eficiencia energética notable, a fin de mantener bajos los costos de vivienda a largo plazo. Lógicamente, el proyecto piloto servirá de motivación para otros proyectos.

Sin el compromiso que le corresponde al gobierno, los desafíos venideros resultan pesados. La asequibilidad pende de un hilo ante la tributación desfavorable sobre la propiedad colectiva, y los precios insosteniblemente bajos de la electricidad socavan las medidas de bajo consumo energético. No obstante, el reto más significativo que tenemos por delante es conseguir una financiación asequible o instituciones que tengan la intención de destinar capital a cooperativas de vivienda. Como consecuencia, en 2017, tuvimos la alegría de conocer a varios otros grupos pioneros de ciudades de la región que enfrentan problemas muy similares. Pronto, formaríamos la Red de Vivienda MOBA. Este emocionante camino que iniciamos juntos nos permitió adquirir las habilidades necesarias para negociar con prestamistas y experiencia en la búsqueda de financiación —incluso desarrollamos una herramienta de cálculo de código abierto, OpenFRM.

Hoy, dos años más tarde, estamos juntos y conformamos una entidad legal —una especie de instrumento financiero— que incluirá un fondo de inversión colectivo para iniciar proyectos de vivienda de propiedad cooperativa. A lo largo de la historia, este tipo de fondos han sido cruciales para el movimiento de cooperativas. Con MOBA, esperamos poder colaborar con cooperativas exitosas ya consolidadas de otras partes de Europa. En los contextos aún hostiles del centro y sudeste de Europa, y, desde luego, en Belgrado, estos fondos pueden representar un avance hacia la propiedad no especulativa de casas mutuales.


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